viernes, 8 de febrero de 2013



¿Has amado alguna vez a alguien hasta llegar a sentir que ya no existes?, 
¿hasta el punto en el que ya no te importa lo que pase?, 
¿hasta el punto en el que estar con él ya es suficiente, 
cuando te mira y tu corazón se detiene por un instante?. 
Yo sí...” (El diario de Noa). 

Las palabras no son hechos.


Empezamos a pedir permiso antes de robar. A esperar debajo de los puentes a los suicidas. A emborracharnos con coca cola. A pegar los corazones rotos. A inyectarles dosis de felicidad a los drogadictos. A acercar la distancias. A pegar sin ninguna fuerza. A enamorarnos cada vez que nos miremos al espejo. A soñar despiertos. A restarle importancia al odio. A sonreír 25 horas diarias. A llorar, llorar de la alegría. A pintar universos. ¿Ves que fácil es escribir el mundo perfecto? ¿Ves que difícil es que las palabras se pasen a hechos?

Si o si.


Y al final, siempre la misma historia: Todo empieza por casualidad, con una simple tontería. Después poco a poco todo va creciendo, lo que empezó como una tontería, una casualidad, se convierte en algo verdadero y bastante grande. Pero eso pasa sin que te des cuenta, puedes tardar años, meses o unos pocos días. Es entonces cuando te das cuenta que no puedes dar marcha atrás, que esa persona tiene que entrar en tu vida si o si, que lo necesitas para sonreír... Lo siguiente es; o tenerlo y ser los más felices, o ver como todo se va a la mierda y cómo caes en picado al suelo. Lo peor de estas historias es que la mayor parte de las veces pasa lo segundo y, cada historia, cada caída, es más fuerte que las demás.